Las películas que nos han presentado civilizaciones ginocéntricas han sido, a menudo, otra muestra de la cara más excluyente del humanismo. Aquel que ha postulado, de manera más o menos consciente, que el centro del universo es el hombre blanco y heterosexual. Y que ha contemplado a los otros, todos los otros seres humanos, como figuras subalternas o amenazantes.