La gestión del conocimiento y las estrategias de comunicación globales y contextualizadas deben ir de la mano en toda organización. Estos procesos, acompañados en un principio, y que la empresa aprende a articular, pasan a convertirse en conocimiento propio, en “saber hacer” e “inteligencia organizacional”, facilitando la innovación, la proactividad, la consecución efectiva de objetivos y la comunicación eficaz con su público objetivo.