En la vastedad de la antigüedad, entre los ecos de la sabiduría y el susurro del conocimiento, existió una maravilla que resplandecía como un faro de erudición: la Biblioteca de Alejandría. Ubicada en la ciudad portuaria de Alejandría, Egipto, esta institución se erigía como un monumento a la acumulación del saber y un faro para la luz de la comprensión.