¡Sea lo que Dios quiera!
Gén. 3,9-15,20. Establezco enemistades entre tu estirpe y al suya.
Ef. 1,3-6.11-12. Nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo.
Lc. 1,26-38. Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.
Reflexión:
Dios ha elegido elegirnos. Sabernos elegidos por alguien siempre despierta en nosotros la alegría únicos de sabernos especiales, diferentes, únicos e irrepetibles. Para que alguien nos elija ha de poner su mirada sobre nosotros, que es el primer lugar por donde el ser se asoma de adentro hacia fuera, e invitarnos a algo: cosas pequeñas, como ir a cenar, al cine; o cosas más grandes, como compartir un proyecto concreto o compartir la vida. Dios, ha elegido elegirnos. Pero, como todo lo de Dios esa elección nos sorprende. Cuando Dios elige a una persona, no significa que prescinda de otra o la deje a un lado. La elección de Dios para unos no es marginadora para otros. El proyecto de salvación de Dios es para todos, «para los altos, para los bajos, para los de cerca, para los de lejos... ». Porque su sueño es que todos seamos sus hijos. Y eso lleva necesariamente aparejado que todos seamos hermanos. La salvación es para todos. O nos salvamos juntos o no nos salvamos ninguno.
¡Que sea lo que Dios quiera! Si el pecado original ES EL DESAFÍO AL Padre, María por el contrario es la entrega a Su voluntad con total confianza. María no se resigna con “que sea lo que Dios quiera”, sino que se ofrece en ese “hágase en mí según tu palabra” haciendo total entrega de su vida y su voluntad para ser instrumento imprescindible y primordial en nuestra liberación. María: la aceptación, la confianza, la entrega... Tú se lo dijiste con el corazón, yo sigo intentando aprender a sentirlo: “hágase en mí Tú voluntad”.
La puerta al futuro está abierta. El sueño de Dios no se ve cortado o limitado. El mal no tiene la última palabra. Cuando esto ocurre, Dios «re-crea» y abre otra puerta. Así ocurre una y otra vez en la historia de la salvación, que llega a su plenitud con Jesús de Nazaret. Él, verdadero rostro misericordioso de Dios, aniquilará definitivamente el dolor y el sufrimiento de nuestras vidas. Una mujer, María de Nazaret, «llena de gracia», la elegida por Dios, con su SÍ permitirá que Jesús llegue a ser uno con nosotros, y con ello que esta puerta al futuro y la esperanza se abra para siempre.