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"Nada en este mundo es gratis", canta Jack White en el tema de apertura de su sexto álbum solista lanzado por sorpresa, marcado como "No Name" en el disco.

Luego del ambicioso par de álbumes de White en 2022, Fear of the Dawn y Entering Heaven Alive, No Name es un disco más estridente que el último de base acústica y algo más crudo que el primero recién nombrado.
Este es un disco cargado con el tipo de rock feroz que sus fanáticos anhelan.
Su energía es inagotable, su dinámica explosiva y, en algunos puntos, sofisticado y sorprendente.

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Con su nuevo álbum, Jack White nos pide que juguemos a fingir amnesia, de alguna manera.
Otros artistas quieren imaginar que son un extraterrestre que visita la Tierra, o un vaquero en el campo, pero con este título y lanzamiento, White planteó una pregunta diferente:
¿Qué pasaría si nunca hubieras oído hablar de Jack White? ¿Qué pasaría si pudieras escuchar su nuevo álbum en solitario sin contexto, sin comparar cada riff con “Icky Thump” o “Seven Nation Army”, como si el proyecto ni siquiera tuviera nombre?

Algunos suscriptores al sello de Jack White, Third Man Records, tuvieron una pequeña muestra de esa experiencia el 19 de julio, cuando junto con sus compras, recibieron vinilos crípticos, blancos como una página excepto por las palabras "No Name”, pero sabiendo del fundador de Third Man Records, la mayoría de ellos debieron haber sospechado del autor de 49 años mucho antes de dejar caer la aguja.

Para cuando White canta las palabras iniciales, "Jackie dijo que te advirtió" en “Old Scratch Blues” que abre el álbum, no podía haber ninguna duda.
La voz de White ya es icónica y sus riffs de guitarra son tan conocidos que han inspirado a muchos.
Ahora lanzado oficialmente en vinilo, con portada de White y sus hijos Scarlett y Henry, con los títulos oficiales para cada canción, todo fan de Jack White simplemente debe buscar por No Name para encontrarlo.

Aún así, si aceptás que los actores empiezan a cantar durante los musicales, o que los policías en los programas de televisión son buenos en su trabajo a pesar de que muchas personas parecen morir después de empezar a investigar, podés seguir el juego con el vinilo blanco de White.
El que no tiene nombre, si querés.

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El álbum es oscuro, pesado, emocionante y hermoso.

La implacable “Bless Yourself”, que acabamos de escuchar, canaliza el poder contundente del primer álbum de Shellac (la banda de Steve Albini) y también del Presence de Led Zeppelin.

Bless Yourself es un ataque complejo, furioso e irónico contra el narcisismo moderno, en el que White grita "Dios a la orden / Dios a la carta / Si Dios está demasiado ocupado, me bendeciré a mí mismo", mientras que en la canción “Archbishop Harold Holmes”, el católico White respira fuego y azufre, y muy al estilo del Antiguo Testamento grita: “¡Al igual que Josué y los legendarios muros de Jericó, estoy aquí para derribar la institución!”
Suena justo, declamatorio y desquiciado.
Como lo describió el periodista Stevie Chick en The Guardian, “suena como Jerry Lee Lewis renacido como rapero, sublime y ridículo en las cantidades justas.”

Si no supieras nada sobre Jack, averiguarías rápidamente que este tipo te puede conmover.
No Name comienza con una línea de guitarra de blues con una melodía que recuerda a J.S. Bach si se quiere, con densas variaciones de algunas ideas que se suceden a lo largo de los trastes.
Las guitarras de la segunda canción “Bless Yourself” no podrían ser más diferentes, como con gruesos cortes de motosierra, mientras que el tema “That's How I'm Feeling” es de una simplicidad sedosa con cuatro notas afinadas que podrían haber impulsado un infierno. Un éxito pop, de hecho, excepto que en lugar de un gancho pop, crea una explosión de garage rock.
No Name es una carta de amor a la guitarra, con algunos de los riffs más creativos en un buen tiempo.

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Las letras van desde lo sencillo hasta lo surrealista y lo entretenidamente astuto.

En “It’s Rough On Rats” canta:

“Por más malo que sea, seguro que debe ser duro para las ratas
El mundo es peor que cuando lo encontramos
Seguro que debe ser duro para las ratas”.

Su voz se desliza y cruje como un látigo en llamas mientras agrega:

"Pero debería dejar de quejarme cada vez que llueve/ ¡Porque todavía no soy comida para gatos!".

Incluso cuando la letra puede parecer más ambigua, el estado de ánimo se transmite.
Un buen ejemplo es el primer verso de “What’s the Rumpus?"

“Se siente como si su reputación volviera a estar en juego
No importa a quién conoces
Hice una promesa
Que mi amor por él era honesto
No está fuera de contexto
Nuestro amor no es un concurso”

Al escuchar esto, podrías pensar que el tono es preocupado o cariñoso.
Sin embargo sólo con escuchar el riff vibrante entendemos que White está marchando hacia la batalla en contra de la posverdad.

“Tengo la sensación de que la verdad se ha convertido en opinión estos días
Ese tren ha salido de la estación pero nuestro amor crecerá”

Jack suena enojado y dispuesto a proteger ese pensamiento.

No es obvio cómo esa energía se traslada al segundo verso que lo encuentra escuchando “Voodoo Woman” de Simon Stokes & The Night Hawks y restaurando un amplificador Sansui muerto, antes de que volvamos a que la verdad se convierta en opinión nuevamente.
¿Cómo se une todo? Con esa línea de guitarra que te hace mover los pies, así que es posible que no tengas tiempo ni ganas de preguntártelo.
Además, esos "¡Oh!" en el puente van a ser muy divertidos de gritar en vivo.

Porque por muy divertido que sea aceptar el cierto vacío conceptual que implica No Name más allá de su sonido, existe dentro de un contexto: una discografía histórica de uno de los últimos Dioses de la guitarra con d mayúscula.

Canciones como “What's the Rumpus?”, “That’s How I’m Feeling”, “Bless Yourself” e “It's Rough on Rats (If You're Asking)” se interpretarán en muchos conciertos de Jack White, donde probablemente vuelen el techo del lugar.

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El agradable y ligeramente menos inspirado Lado B de No Name tiene una estética tan clara y con su influencia que ha sido tan vasta que todo, excepto las canciones más memorables, pueden resultar un poco familiares: la misma familiaridad que No Name buscaba evitar, pero después de décadas de escucharte Jack, eso es imposible.

Para ser claros, hay mucho que apreciar en el lado B como el riff elegante que impulsa “Underground” que escuchamos como segunda canción del programa, la reverberación texturizada y el estribillo de aplausos de “Morning to Midnight” y los gritos llenos de adrenalina de “Missionary”.

El sentimiento de los White Stripes está definitivamente ahí.

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Dicho sin rodeos, No Name es un disco de rock increíblemente satisfactorio.
Suena más a White Stripes que a cualquier cosa que White haya grabado desde la desaparición de la banda.

Sus 13 canciones están impulsadas por el blues, su interpretación evoca a la de Elmore James y Jimmy Page, oscilando entre riffs con los nudillos desnudos y una dulce guitarra slide con un filo de navaja.

La instrumentación se reduce a lo que importa, a lo que es necesario.
Además, la batería a menudo canaliza aquel golpe mágico primordial de la interpretación poética y simple de la profundamente extrañada Meg White.

Escuchamos “Tonight (Was A Long Time Ago)” y “Number One With A Bullet”.

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Nos vamos yendo, nos vamos despidiendo con el tema final, “Terminal Archenemy Endling”, que encuentra un agradable contraste entre versos melancólicos y un estribillo violento en el que White reflexiona “Pensé que lo sabía todo, pensé que lo sabía todo”.

Lo cierto es que no van a encontrar ninguna canción para saltearse en los 43 minutos de duración del trabajo.
Además, No Name se siente muy pesado en el mejor de los sentidos.

Claro, la mejor escena de “Salvar al soldado Ryan” es la primera.
Si bien es cierto que la primera parte del disco supera a la última, No Name tiene temas estelares y, en conjunto, es probablemente el álbum en solitario más divertido de Jack White desde Blunderbuss.

Es posible que la gente siga dándole vueltas dentro de unas décadas, o puede que no, pero preocuparse por el legado es definitivamente pensar demasiado en las cosas.
La mejor manera de disfrutar de No Name es dejar la mente en blanco, como la primera presentación que tuvo, y simplemente presionar “play”.

Esto fue No Name, de Jack White, en Punto Muerto.