El bosque es eterno. Pero los pies y las manos están atados a un tiempo remoto. Y otra voluntad que queda, que te recoge
en el blando mecerse de un cuerpo perdido, podrido.
Fuera del centro, sin diana, en el eco de los que es. SIN MÁS. En mis silencios, encontrando los huecos como espinas, como espadas, comos las gotas de rocío que caen. Que te mojan. Que te rozan. Atravesando los párpados dormidos en el horizonte de un mar que compartimos.
Somos como dos islas, cada vez más lejos y cada vez más cerca. Porque se tocan diciéndose adiós. Y dejar que todo se vaya. Soltar, soltarte. Soltar el vacío cuando nadie te escucha. Cuando estamos solas aquí. Ella y yo. De la mano, caminando juntas en la delgada línea, encontrando el momento justo para saltar y volver a darnos la mano en el aire, en el giro acrobático de lo que abandonamos, de lo que se nos cayó. Au revoir, au revoir. au revoir.
Des-Plu-mados los pollos, colgados de una barra de hierro, atravesados con la furia de la ingravidez.Y otra vez, giran sobre el fuego tostado de un eterno gigante que quiere ser en ti y en mi. Que quiere sernos.
Es la fuente de la inocencia que empuja y quiere brotar. Sin diques, quiere brotar. Quiere explotar.
¿Acaso no osarás profanar también el manantial sagrado?
El manantial que empapa al bosque, el manantial que es el hambre . Esa es el hambre. Es el hambre de la tierra. Ese hambre que el hombre quiere apagar con sus cadenas de hierro. La cabeza de un felino al que cortarle la cabeza para coronar con sus entrañas los muros de piedra. Para calentar la cisterna del agua ahogada en una botella. Para embotellar a un bebé que quiere nacer en el viento sin almohada. Y todavía en su memoria las marcas de esas garras en su cuello. Esas garras de aquel que profanó la pequeña tumba junto al lago.
El cadáver ya está olvidado. Arropado en el fango. Los ojos de la noche observan mudos. Cómplices. Cobardes. Callan. Silencian. Retroceden. Se alejan. No quieren nuestras sombras. No quieren mirar. Ciegos. Ojos ciegos de la noche. Ojos sin estrellas. Ojos sin luz. Ojos de piedra. Ojos ahogados. Ahogados en el miedo.
Quieren huir. Huye tú. Pero yo me quedo. Aquí en la noche. Acompañando a este bebé que quiere nacer otra vez.
Texto e interpretación: Lucía Callén
Música: Petalblown (Nym)
Imagen: Les Sorciéres (Leonor Fini)