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Dan Price, CEO de Gravity, se hizo millonario a los 31 años gracias al éxito de su empresa de pagos. Sin embargo, una conversación casual le hizo replantearse todo. Al hablar con una amiga, descubrió que, pese a trabajar duro, ella no podía permitirse pagar el alquiler. Este descubrimiento le hizo cuestionarse si estaba haciendo lo suficiente por el bienestar de sus empleados.

Tomó entonces una decisión radical: estableció un salario mínimo de 70.000 dólares anuales para todos sus empleados, él incluido. Para hacerlo posible, vendió propiedades, renunció a gran parte de sus ahorros y se recortó el sueldo drásticamente. Muchos pensaron que estaba loco y le acusaron de comunista. Sin embargo, Price estaba convencido de que un equipo económicamente seguro sería más productivo y feliz.

Las críticas no tardaron en llegar. Desde otros empresarios hasta expertos financieros, todos le auguraban el fracaso. Le decían que un modelo así sería insostenible y que arruinaría su empresa. Pero Price se mantuvo firme, decidido a demostrar que se podía ser rentable sin explotar a los empleados. Su objetivo no era solo generar beneficios, sino crear un entorno justo y saludable.

Los resultados fueron sorprendentes. La productividad aumentó considerablemente, la rotación de empleados se redujo al mínimo y muchos de ellos comenzaron a cumplir sueños que antes parecían imposibles: comprar casas, formar familias y vivir sin agobios económicos. Gravity , lejos de hundirse, se fortaleció y creció a un ritmo inesperado.

Hoy, Dan Price asegura que nunca ha sido tan feliz. No solo por el éxito empresarial, sino porque siente que su decisión ha cambiado vidas de verdad. Su caso ha abierto el debate sobre los salarios dignos y la responsabilidad de los empresarios.

¿Qué harías tú?