Venezuela vuelve a encender las alarmas. La inflación sigue desbocada y la moneda nacional, el bolívar, se desploma sin freno. Según datos recientes del Observatorio Venezolano de Finanzas, los precios subieron un 13,1% solo en marzo, y la inflación interanual ya supera el 130%. Mientras tanto, el dólar se impone definitivamente en la calle: aunque el tipo de cambio oficial ronda los 80 bolívares, en el mercado paralelo ya ha superado los 100, y muchos comercios directamente han dejado de aceptar bolívares.
El gobierno de Nicolás Maduro ha declarado el estado de emergencia económica, en medio de nuevas sanciones impuestas por Estados Unidos que han golpeado duramente los ingresos por exportación de petróleo. Las consecuencias no se han hecho esperar: compañías como Chevron, Repsol y Eni han paralizado sus operaciones en el país, y la producción petrolera ha caído a mínimos históricos, situándose en torno a los 650.000 barriles diarios. Esta situación deja a Venezuela con muy pocos recursos para sostener su ya frágil economía.
Las perspectivas para lo que queda de 2025 son desalentadoras. Proyecciones de la Universidad Católica Andrés Bello estiman que la inflación podría cerrar el año por encima del 220%, mientras que la economía se contraería un 2%. Con una producción nacional estancada, gasto público desbordado y sin control sobre el mercado cambiario, el país se enfrenta a un escenario cada vez más incierto. Muchos temen un nuevo repunte en la migración y un aumento aún mayor de la pobreza y la escasez.