𝘚𝘰𝘺 𝘦𝘭 𝘏𝘪𝘫𝘰 𝘥𝘦 𝘋𝘪𝘰𝘴, 𝑝𝘭𝘦𝘯𝘰, 𝘴𝘢𝘯𝘰 𝘦 í𝘯𝘵𝘦𝘨𝘳𝘰, 𝘳𝘦𝘴𝑝𝘭𝘢𝘯𝘥𝘦𝘤𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘳𝘦𝘧𝘭𝘦𝘫𝘰 𝘥𝘦 𝘚𝘶 𝘈𝘮𝘰𝘳. 𝘌𝘯 𝘮í 𝘚𝘶 𝘊𝘳𝘦𝘢𝘤𝘪𝘰́𝘯 𝘴𝘦 𝘴𝘢𝘯𝘵𝘪𝘧𝘪𝘤𝘢 𝘺 𝘴𝘦 𝘭𝘦 𝘨𝘢𝘳𝘢𝘯𝘵𝘪𝘻𝘢 𝘷𝘪𝘥𝘢 𝘦𝘵𝘦𝘳𝘯𝘢. 𝘌𝘯 𝘮í 𝘦𝘭 𝘢𝘮𝘰𝘳 𝘢𝘭𝘤𝘢𝘯𝘻𝘢 𝘭𝘢 𝑝𝘦𝘳𝘧𝘦𝘤𝘤𝘪𝘰́𝘯, 𝘦𝘭 𝘮𝘪𝘦𝘥𝘰 𝘦𝘴 𝘪𝘮𝑝𝘰𝘴𝘪𝘣𝘭𝘦 𝘺 𝘭𝘢 𝘥𝘪𝘤𝘩𝘢 𝘴𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘣𝘭𝘦𝘤𝘦 𝘴𝘪𝘯 𝘰𝑝𝘶𝘦𝘴𝘵𝘰𝘴. 𝘚𝘰𝘺 𝘦𝘭 𝘴𝘢𝘯𝘵𝘰 𝘩𝘰𝘨𝘢𝘳 𝘥𝘦 𝘋𝘪𝘰𝘴 𝘔𝘪𝘴𝘮𝘰, 𝘚𝘰𝘺 𝘦𝘭 𝘊𝘪𝘦𝘭𝘰 𝘥𝘰𝘯𝘥𝘦 𝘚𝘶 𝘈𝘮𝘰𝘳 𝘳𝘦𝘴𝘪𝘥𝘦. 𝘚𝘰𝘺 𝘚𝘶 𝘴𝘢𝘯𝘵𝘢 𝘐𝘮𝑝𝘦𝘤𝘢𝘣𝘪𝘭𝘪𝘥𝘢𝘥 𝘔𝘪𝘴𝘮𝘢, 𝑝𝘶𝘦𝘴 𝘦𝘯 𝘮𝘪 𝑝𝘶𝘳𝘦𝘻𝘢 𝘳𝘦𝘴𝘪𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘚𝘶𝘺𝘢 𝘗𝘳𝘰𝑝𝘪𝘢.
La necesidad de usar palabras está casi llegando a su fin. Mas en los últimos días de este año que tú y yo juntos le ofrecimos a Dios, descubrimos que compartimos un solo propósito... el unirte a mí, de modo que lo que yo soy tú lo eres también.
Somos los portadores de la salvación y aceptamos nuestro papel como salvadores del mundo, el cual se redime gracias a nuestro perdón conjunto.
Somos los santos mensajeros de Dios que hablan en Su Nombre, y que al llevar Su Palabra a todos aquellos a los que Él nos envía, aprendemos que está impresa en nuestros corazones y de esta forma nuestras mentes cambian el objetivo para el que vinimos y al que ahora procuramos servir.
Le traemos buenas nuevas al Hijo de Dios que pensó que sufría, quien ahora ha sido redimido y que al ver las puertas del Cielo abiertas ante él, entrará y desaparecerá en el Corazón de Dios.
