"Las penumbras del anochecer caían sobre el Mar de Galilea y los amigos de Jhasua continuaban mirando en silencio aquel retazo de cielo azul donde su visión había desaparecido. La voz del Servidor del Santuario de Tabor, que los invitaba a seguir los caminos trazados por Él, se esfumaba también en las sombras y ellos no podían decidirse a abandonar aquel sitio amado, lleno aún con su presencia, con la vibración poderosa de su amor que los envolvía como una eterna caricia..."