Cuando descubrimos que nada de este mundo, incluido el mundo mismo, no tiene valor real alguno al no ser para siempre, dejamos de pretender nada en especial y la ansiedad y el resentimiento dan paso a la gratitud y la paz de espíritu. La confianza en el despliegue, desarrollo y término de lo percibido se establece sólida en la Consciencia Una que aquí y ahora ya ES substituyendo completamente a la desconfianza cerval del ego. Nada nos afecta en lo esencial... Lo Divino subyace y trasciende el mundo entero y sus cosas... Sencillamente: lo eterno es verdad y lo temporal, ilusorio.