Suponer que nuestra función en el mundo es obtener personal provecho es un error que se considera comúnmente un acierto. Por eso, las situaciones en el mundo se complican una y otra vez inclusive cuando se suponían resueltas. Mas, en la impermanencia del mundo, nuestra verdadera función, nuestra función esencial, es reconectar con lo eterno y santo..., con el alma, que nos recuerda la interconexión con la vida toda invitándonos a la extensión de la bienaventuranza de ser, a compartir fraternamente y a bendecir allende todas las aparentes maldiciones que sacuden el ánimo. Entonces, la Divina Unicidad se evidencia en plenitud incluso en el tiempo... El Espíritu trascendiendo la carne, retornándonos a Lo Inefable e Inmutable.