Con Samuel se cierra la etapa de los jueces dirigentes y comienza la instauración de la monarquía en Israel, que durará hasta el destierro de Babilonia. Dado que los hijos de Samuel no eran idóneos para continuar la labor de su padre, el pueblo pide un rey para que les gobierne como hacen las demás naciones. El Señor dice a Samuel que les advierta bien de los derechos que tendrá el rey que reine sobre ellos.