Una vez que David se establece en su casa, el Señor le concede la paz con los enemigos de alrededor. David piensa que debe construir un templo al Señor ya que, mientras que él habita en una casa de cedro, el Señor habita en una tienda de lona. David lo consulta con el profeta Natán y el Señor le responde, a través del profeta, que será Él mismo quien le edificará una casa a David, es decir, una dinastía y que mantendrá el trono de su realeza para siempre. En respuesta a la profecía de Natán, David reza y alaba al Señor.