Cuando se acerca el día de su muerte, David, al igual que otras grandes figuras bíblicas, deja su testamento a los suyos. El testamento de David tiene dos partes bien diferenciadas: la parte religiosa-teológica y la parte política-circunstancial. En la primera, David exhorta a su hijo Salomón a guardar las disposiciones del Señor, tal y como están escritas en la Ley de Moisés, para poder seguir habitando en la presencia del Señor. En la segunda, David exhorta a su hijo Salomón a hacer justicia, castigando o recompensando a quienes él no había podido hacerlo en vida.