El ejército de Holofernes llega a una pequeña ciudad, Betulia, último reducto defensivo de los judíos que podía detener el avance en dirección a la Ciudad Santa. El peligro que se cernía sobre Jerusalén no solo era que sus habitantes pudieran morir o quedar sometidos a un poder extranjero, sino que podrían verse forzados a la idolatría. Cuando Holofernes fue informado de que los hijos de Israel se habían preparado para la guerra, pidió a Ajior, comandante de los amonitas, que le informara sobre este pueblo. Ajior le advierte de la fortaleza del pueblo al que se dispone a atacar cuando este es fiel a su Dios.