Hoy quiero invitaros a hacer un experimento. Se trata de acudir a una sala abarrotada de gente joven (y algún que otro talludito) y gritar: ¡Viva el compromiso! En menos que canta un gallo el espacio en cuestión estará vacío. Desierto. Nadie. Bueno, exagero, quizá alguno/alguna se quede, pero serán los menos. La palabra compromiso en nuestra sociedad causa urticaria, sarpullidos y puede llegar a ser más efectiva que gritar ¡bomba! en caso de querer evacuar un garito. Sobe todo entre la gente joven, aunque no solo.