ESCUCHA EL AUDIO DEL SANTO DEL DIA, 12 DE MARZO BEATA ANIELA SALAWA
Aniela, nació en Siepraw Polonia, el 9 de septiembre de 1881 en el seno de una familia piadosa de escasos recursos económicos. De sus padres aprendió pronto el amor a la oración, al trabajo y al espíritu de sacrificio.
A la edad de 16 años, se trasladó a Cracovia para trabajar como empleada de hogar. Dos años después, conmovida por la serena muerte de su hermana tomó la firme decisión de buscar la santidad en ese tipo de vida humilde y pobre.
Alimentaba constantemente su vida espiritual con la oración, que nunca le impidió el cumplimiento de sus deberes domésticos. Decía- «Amo mi trabajo porque en él encuentro una excelente ocasión de sufrir mucho, de trabajar mucho y de orar mucho; y, fuera de esto, no deseo nada más en el mundo».
Participaba con fe viva en las celebraciones sagradas, especialmente en la Eucaristía y el Vía crucis. Veneraba a la Madre de Dios con un amor filial. Así, pudo cultivar hasta un grado notable la vida de oración a Dios y de caridad hacia el prójimo. El año 1911 sufrió la pérdida de las dos personas que más quería, su madre y también la señora para quien trabajaba, adicionalmente cae muy enferma.
En 1912 descubrió que su espíritu de humildad y pobreza tenían una gran afinidad con san Francisco, por lo que decidió profesar la vida de la orden secular franciscana.
Durante la primera guerra mundial colaboró, en los ratos libres que le dejaba su trabajo doméstico, en los hospitales de Cracovia, asistiendo y confortando a los soldados heridos.
El año 1917 volvió a enfermar y se vio obligada a abandonar el trabajo. En una estrecha habitación alquilada pasó los últimos cinco años de su vida, en medio de sufrimientos continuos, que ofrecía a Dios por la expiación de los pecados del mundo, la conversión de los pecadores, la salvación de las almas y la expansión misionera de la Iglesia.
Murió serenamente en el Señor el 12 de marzo del año 1922 en Cracovia, y su fama de santidad se difundió rápidamente por toda Polonia. Beatificada por el Papa Juan Pablo II el 13 de agosto de 1991.