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25 DE FEBRERO, SAN VALERIO
Valerio nació a principios del siglo VII, en la provincia de León, cerca de Astorga, donde pasó su vida yendo de un poblado a otro y encontrando dificultades de todo tipo para encontrar un lugar fijo para poder Servir a Dios en la oración y penitencia.
Como no fue admitido en el Monasterio de Compludo, se retiró a una ermita cerca del castillo de la Piedra, y allí se entregó a la oración y el al ayuno.
Pronto corrió la voz de la santidad de vida de aquel joven ermitaño y muchos acudían a visitarle, a pedirle sus oraciones y consejos para su caminar espiritual.
Pero esa ermita estaba a cargo de un clérigo, que al ver las limosnas que le daban a Valerio para su sustento, le ordenaba entregárselas y después de un tiempo lo obligó a marcharse de allí.
Como muchas personas acudían al nuevo paradero de Valerio, este clérigo no dudó de acudir allá para maltratarlo y apoderarse de las limosnas que ya nada tenían que ver con su ermita.
Al darse cuenta de esto, buenos cristianos le compraron una ermita cerca de Ebronato donde dichoso Valerio se entregó a la oración y penitencia.
Hasta que el amo de ese territorio llamado Racimino, empezó a tenerle envidia y trató de echarlo de su finca y le hizo la vida imposible al pacífico ermitaño Valerio.
Por fin, después de más de veinte años de duras pruebas y persecuciones de todo tipo, recibió la inspiración del cielo de que se trasladase a la región del Bierzo, y allí edificase una ermita que sería su cobijo hasta su muerte.
Así lo hizo y en aquel lugar solitario, lejos del mundanal ruido, se entregó a la más dura penitencia y prolongada oración.
El Señor le bendijo copiosamente y obraba muchos prodigios por su medio.
Escribió las siguientes obras: De la vana sabiduría del siglo, La ley del Señor y Triunfos de los santos.
Por fin un 25 de febrero, de finales del siglo VII, expiró en el Señor. Sus reliquias se conservaron en el Altar Mayor de la iglesia del monasterio de San Pedro de los Montes, de la orden benedictina