Las ciudades se desgajan y las vidas de los habitantes de ciertos barrios se desmoronan; miles de almas y espacios se despeñan, presionados a menudo de mil formas distintas. Contratos inflados, neomacetas gigantescas, barberías-pollerías, galerías de nombre impronunciable, y un saco de promesas de seguridad feliz. Todos ellos son tramposos agentes de la GENTRIFICACIÓN, el tema de nuestra última zambullida.
Y es que a algunos el fenómenos les ciega, a otros les deja medio-tuertos, pero a casi todos se nos mete en los ojos, pececicos incluidos... Por eso el pasado viernes 11 los tiburones limaron sus colmillos, se vistieron para entrar en combate, e intentaron sacudir conciencias a través de la música y la palabra.
¡Comprobad cuán afilado fue el resultado agarrándoos a la Aleta!