A esta altura, el querido oyente ya sabrá…o por lo menos sospechará de la existencia de una especie de tiempo cero de la historia, anterior a todo comienzo y a todo lenguaje, en el que los hombres vivían en perfecta armonía. Las palabras “injusticia”, “desigualdad”, “miedo”, “peligro” “poder” no existían porque no había nada en la tierra que ellas pudieran nombrar.
Una de las que si existía era “seguridad”. Lejos de lo que todos imaginarán esta palabra nació para nombrar la cualidad de estar-en-el-mundo sin ser cuidado. Estar seguro era no necesitar de cuidado alguno para vivir en el mundo. La seguridad era una condición natural de todos los hombres que habitaban la tierra.
Sin embargo, también sabrá el querido oyente que esta fase de la humanidad no duraría para siempre. A partir del momento en que el equilibrio terrenal se encontró con su indefectible desbarranco, la gran máquina de humo fue puesta andar para poder simularlo, envolviendo así, según la necesidad del momento, a diferentes objetos, vocablos y sentidos. Tal fue la suerte de la palabra “seguridad”.
Luego de que los hombres quedaran librados a sus propios recursos, aparecieron en la tierra las palabras desigualdad y poder. De ellas nacieron la injusticia y el peligro que terminaron por condenar a muerte a la seguridad. El miedo y el desconsuelo se apoderaron de la vida de los hombres al sentir que algo de su esencia y de su modo natural de habitar el mundo les había sido arrebatado para siempre.
A la angustia ante tamaño arrebato, le siguió la imperiosa necesidad por parte de los hombres inseguros de recuperar, de algún modo, aquel bien-estar. Los hombres poderosos advirtieron el peligro que representaba esta situación y pusieron en funcionamiento a la gran deidad maquinal. La seguridad invirtió por completo su sentido. Dejó de significar una condición natural de los hombres para convertirse en una necesidad impuesta ante una vida de peligro permanente.
Los Estados primero y el Mercado después sacaron provecho de esta situación erigiéndose como garantes de esta nueva seguridad. El precio tácito que les han cobrado a los hombres a cambio de esta nueva seguridad ha sido la donación de las propias vidas que necesitaban proteger.