Desde pequeño he escuchado que “el tiempo lo cura todo”, y durante muchos años así lo he creído. En mi niñez era una forma estupenda de escapar de mi “mal comportamiento”; si mi madre se enfadaba porque había roto algo, me quitaba de su vista hasta que se le pasara, evitando así males mayores. Sin embargo, cuando inicié mi trabajo como terapeuta empecé a darme cuenta de que esa conocida frase no era real. Ahora sé que el tiempo no cura nada, que es la madurez la que relativiza las circunstancias dolorosas y te enseña a vivir con ello, aunque eso no signifique ni curar, ni sanar propiamente dicho.