La facción política considera que del enfrentamiento de las ideologías sacan rédito electoral. Sin embargo sucede todo lo contrario, porque la participación en las urnas cada vez es menor y al final quedan los ciudadanos fanatizados por las ideas o el odio. Dentro de la facción política están los nacionalistas, ya sabes: todos contra ellos, y la izquierda radical -cada vez más radical-, que retroalimentan a sus bases con eslóganes que calientan la razón y que no argumentan sobre lo bueno y lo malo o el bien y el mal. Entre otras cosas, porque desde su relativismo funcional no les interesa.
Por otro lado tenemos a la derecha, que ha sido más bien moderada desde nuestra cada vez menos joven democracia. Una derecha moderada y tirando al centro. Una derecha sin demasiadas demandas históricas y sociales, con cierto complejo de la posición preponderante en el poder que el franquismo le proporcionó durante años. Pero al cabo de los años la izquierda se creció y reivindicó una guerra ilegal, una justicia justiciera, una revancha que no busca la paz sino el destierro. De unos pocos años a esta parte, esa situación ha provocado la radicalización de la derecha, entre otras cosas porque el partido dominante de centro derecha que durante legislaturas ha gozado de su confianza, no les ha defendido, ni política, ni moralmente, y se han sentido huérfanos. Ha reaccionado la sociedad y se ha buscado nuevas formas de hacerse notar, lo hará -ya lo hace- y no será baladí. Seguro que no.
Participan Norberto Pico, Mariano Calabuch y Rafael Díaz Riera. Dirige y Presenta: Humberto Pérez-Tomé