Todos nosotros somos seductores y exhibicionistas. Una parte de esta tendencia puede ser buena porque genera aportaciones positivas a nivel social y personal. Pero esta predisposición llevada a su extremo conduce a situaciones nocivas e incluso peligrosas. Este es el caso del exhibicionismo digital donde la necesidad enfermiza de postureo arrastra a tantos jovenes a jugarse la vida por conseguir un puñado de likes.
La falta de un sentido de la vida, bien entendido y cimentado en valores auténticos, puede ayudarnos a entender las claves de esta deriva actual.