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¡De vuelta al cole de la vida! El inicio de curso nos pide una decisión, que surge de ser confrontados por las circunstancias, y sobre todo por las personas.

Si nos quejamos, perdemos la oportunidad de la decisión y nos sumergimos en la mayor de las irrealidades: la debilidad. A la que sin embargo, le tenemos mucho aprecio.

Recuerda, dar esquinazo a la decisión nos detiene. No solo para proyectos y relaciones, nos paraliza en nuestra propia evolución de desarrollo personal.

Para comprender de qué decisión se trata empecemos por darle un repaso a nuestra actitud.

Particularmente tengo detectado que cuando pongo el foco en cualquier debilidad propia, o ajena, me avisa de algo clave para mí: que me siento culpable.

Una punzada en forma de malestar, o incluso alguna dolencia física se manifiesta, porque hay algo que no quiero hacer, y eso es lo más importante. Tenlo presente.

Quédate con esta frase: estoy eludiendo hacer lo que seguro cambiará mi vida. Mientras, por algún extraño motivo que desconozco, estoy viendo lo incorrecto en mis actuaciones, o fuera de mi.

Viendo comportamientos, actitudes, y creyendo penetrar en los pensamientos de otras personas para traducirles en debilidades inadmisibles.

Otro dato importante a tener en cuenta. En ningún caso se trata de una reflexión con discernimiento, que aplique la coherencia en doble dirección. Me veo a mí, te veo a ti. Para nada.

Darle vueltas a lo incorrecto o a la debilidad de otras personas, está más fundado en una necesidad, hasta cierto punto solapada, y que sin embargo, pareciera abogar por el siguiente slogan: que todas las personas se hagan responsables de superar su debilidad, menos nosotros.

Obsérvate durante unas horas y te sonreirás. Porque eso es lo más aconsejable. No deja de ser un juego de irrealidad, donde creyéndote lo mejor, está escondida una trampa que nos hace infelices. Vivirnos de espalda a nuestro verdadero potencial humano, y una especie de
discapacidad para reconocerlo en otras personas.

Lo que sí hay es una licencia permanente para disculparnos. En el caso que fuese nuestra la actuación con la que nos entretenemos, la pasamos por alto. Y si eventualmente nos machacamos por ella, como por arte de magia, le damos la vuelta, y la convertimos en una consecuencia natural de las circunstancias, o de la actuación de otras personas.

Este es un extracto de mi libro, donde recojo un diálogo de WhatsApp que lo ilustra:

M. - Ya le he dicho que he pasado una semana mala, y que él ha estado muy egoísta. El dice q no, q ha tenido falta de intimidad

(Pausa)

M - No lo dudo

G. - ¿Crees que es su responsabilidad?

M. - Él es mi pareja y no ha estado a la altura

G. - Es probable… Si te enfadas es para resolver

M. - Vale

(Silencio)

M. - Entonces la solución es q él haga lo que quiera y yo me calle.
Así no hay enfado

G. - ¿Seguro que desaparecerá el enfado si te callas?

(Silencio)

M. - No

G. - Sabes que no

M. - … O q para mí no sea tan importante. Le cambié a amigo con derecho a roce

G. - ¿Estás segura que no reclamarás lo mismo?

M. - Es q no sé

Tengamos en cuenta, y le tengo comprobado, que cuando uno se fija en la debilidad propia o ajena, la duda acerca de la posible objetividad con la que percibimos lo incorrecto está secuestrada por un deseo, que nos convierte, en diferentes personajes: un reclamador de deudas; un vengador justiciero; un inquisidor; un ladrón de opciones, entre otros. Caemos en la ley del embudo.

Muchísimas veces, porque es la norma social. Nos hemos entrenado desde la casa familiar a mirar solo lo incorrecto de las actuaciones de nuestros padres, y les culpamos de nuestras debilidades. Sin embargo, entretenidos con la debilidad ajena, esperamos ser perdonados, consolados, o exonerados por la nuestra.

La debilidad es una mentira. Encubre un deseo de seguir viviéndonos en alianza con lo que hemos fabricado para no ser felices. Con mi mayor honestidad. He comprobado en mi, y en muchos amigos que conozco y he acompañado por el camino, que tenemos verdadero terror a expresar nuestro máximo potencial. Hacerlo plenamente.

Hay un deseo que lo impide.

Es una asociación que a priori no es habitual. Lo sé. Sin embargo, os dejo con la inquietud de averiguar ¿cuál es tu deseo?

Descubrir el deseo nos garantiza una vuelta al cole abiertos a la decisión de vivirnos en nuestro potencial. Seguiré hablando de ello.

Fotografia tomada de: Designed by Dragana_Gordic / Freepik