Imaginemos que el cuerpo de una persona es como un saxofón. La técnica que emplea el virtuoso para tocarlo va a depender del estilo que quiera explorar. En particular, de ese sonido con el que el músico sueña. ¿Qué les hace Uno, -cuando improvisa en el Jazz-, buscando ese descubrimiento tan personal?
Depende básicamente del intercambio de dos energías: el impulso preciso, del aire que entra, de quien toca, y la inspiración sutil con la que el músico conecta.
De forma similar la energía sexual se despierta, se moviliza y se hace más sutil en nuestro cuerpo durante la Primavera.
Exploremos un poco más el símil del cuerpo como un saxo. Te invito a ver esa comunión del músico con su instrumento musical cónico, a lo que ocurre en nuestro cuerpo. La energía sexual, o de la Salud, constituye un mundo celular inmenso donde se está produciendo, de continuo, el intercambio de dos energías. Es lo que los Orientales metafóricamente llaman la relación de la Tierra con el Cielo.
Esa relación con estas dos energías nos avisa que, durante los tres meses que dura la primavera, hay una necesidad de un autoconocimiento sexual, y que es necesario explorar para conocerla libre y de forma personal, muy parecido a lo que haría el músico de nuestro ejemplo.
Si miramos lo que pasa en la naturaleza, y en nuestro cuerpo, compruebas que cada mes tiene una necesidad diferente, y también, una oportunidad de saber mover esa energía sexual por nuestro cuerpo, para que además de conocernos en ese movimiento, las células y los órganos se llenen también de Salud.
Es un proceso de presencia contigo, que los Orientales llaman el Círculo del Amor, y que tiene una clave básica: que primero empiece con uno mismo. Esa decisión nos da la oportunidad de entender la energía sexual como un bien que nos va a permitir eliminar la culpa, y convertirla, en cada persona, en una energía vital que puede transitar libre por nuestro cuerpo, a favor de
nuestra salud y bienestar, además de propiciar el encuentro profundo de las almas.
Nos hemos acostumbrado por las películas a que la sexualidad sea una exigencia de excitación, de forzar y empujar la energía sexual cuando está presente la libido. Un trámite, cuando se ausenta. Y en muchas ocasiones, algo que se vive con culpa y/o desamor.
Sin embargo, cuando uno primero se abre a descubrir cuál es tu propia relación personal con la energía sexual en tu cuerpo, y también propicias que lo descubra la persona con la que compartes, se dejará de vivirse como un desahogo, que trae consigo insatisfacción y muchísima condena.
El sexo como algo mecánico, impulsivo y donde nos sentimos cada vez más separados, nada tiene que ver con un intercambio profundo de dos personas que se experimentan libres en su energía vital.
“La unión profunda sólo es posible amando al otro tanto como a nosotros mismos; amarme a mí en mi totalidad sexual, para amar al otro en su totalidad sexual”, Joaquina Fernández.
Especialmente al inicio de la Primavera, cuando sentimos que la energía del apareamiento se mueve en nuestro cuerpo, es precisamente cuanto más oportuno es propiciar ese movimiento personal, donde el autoconocimiento es clave, en vez de dejarnos llevar por ella.
Si lo hacemos por lo general se proyecta hacia fuera, sin cuidarnos, y con mucho riesgo. Ocurre porque estamos invadidos por el calor genital que nos provocan sensaciones calientes.
Cuanto más fuerte es el impulso, más es la llamada a aprender a observar ese movimiento proveniente de la Tierra, que despierta las sensaciones calientes que surgen en nuestro aparato reproductor.
Llevar la conciencia a ello permite que ascienda por nuestro cuerpo para comprender y descubrir la sexualidad como un proceso muy personal, donde la energía transita por canales, cuya vibración y manifestación va cambiando, inspirando en nosotros diferentes estados emocionales, actitudes y pensamientos. Nos predispone al encuentro, o nos aísla, si se
detiene en su transitar.
Cuando se queda atascada en alguna parte del cuerpo nos limita en nuestros movimientos, en nuestras interacciones y también, en la intimidad profunda de nuestras relaciones. Para entender este proceso de viaje de nuestra energía sexual, nos puede ser de gran ayuda los siglos de experiencia oriental a través del Yoga, el Tao y el Tantra. Es una sabiduría basada en la
observación y respeto a los ciclos de la naturaleza.
Abrirnos a la observación se propicia solos, o estando en pareja, y cuando lo hacemos estamos abriendo la puerta a una sexualidad más consciente, que respeta precisamente esos ciclos de la naturaleza, donde la base de ese movimiento energético va unida a cuatro palabras:
- Pedir.
- Dar y Recibir.
- Dar y Entregar.
Conectar con cada una da lugar a un movimiento energético sexual diferente al momento del intercambio, y en ocasiones de comunión:
Pedir es una energía muy física, y estás absolutamente en ti. Pasa cuando te acuestas con una persona, pero la relación sexual la has tenido contigo.
En el Dar y el Recibir hay una relación Interpersonal, donde ambos participan de ese intercambio. Y son capaces de reconocer la presencia del otro, y su participación en ese encuentro es con generosidad.
Y en el Dar y Entregar, las dos personas se dan y se entregan plenamente, y se produce una comunión, más próxima al Circulo del Amor, que hablan los Orientales.
Estas tres formas de movimiento energético nos aproximan a ir más allá. Un vislumbre que encuentro en estas palabras de Osho: “Y para mí, igual que el hombre y la mujer son mitades de un todo, así son el amor y la meditación. La meditación es el hombre, el amor es la Mujer. En el encuentro de la meditación con el amor está el encuentro del hombre y la mujer. Y en ese
encuentro creamos al ser humano trascendental, que no es ni hombre ni mujer”.
Ciertamente. Es hora que la sexualidad deje de ser una cuestión de género. Seguiré hablando de ello. Feliz semana.