Listen

Description

La sabiduría del cuerpo se distorsiona por la ausencia de los Imprescindibles. Nos levantamos de la siesta; pasamos delante de una tienda de helados; buscamos en la despensa. Queremos azúcar, grasa, harinas, proteínas, sal de forma imperiosa, como si se nos fuera la vida en ese momento si no lo ingerimos de inmediato.

Cuando empieza el buen tiempo, cuando la luz reactiva nuestro organismo, hay impulsos que nos agitan a comer, tener sexo, de forma desordenada, y a querer salir todo el tiempo, o encerrarnos en casa. No son lo que parecen. La sabiduría del cuerpo es avisarnos de la necesidad de recuperar el equilibrio, indicador de salud en Primavera.

Los impulsos aparecen con un cometido que pocos sabemos interpretar: es el momento de una limpieza emocional, en vez de someternos a ellos. Es en este tiempo cuando podemos a aprender lo que todo animal desarrolla en su entorno cuando llega la abundancia de luz: adaptarse, generar reservas y prepararse para la venida de los vástagos.

Las proteínas, los carbohidratos, las sales, el azúcar, las grasas, las vitaminas, son sustancias imprescindibles para el equilibrio interno, sin embargo, cuando ocurre el impulso de buscarlas con premura y desorden, responde más a una llamada de atención. Una alerta con respecto a una sobrecarga emocional, o la negación a una acción, que evadimos.

La homeostasis es un proceso que ocurre en nuestro cuerpo para equilibrarse. El organismo realiza respuestas adaptativas con el fin de mantener la salud. Los mecanismos homeostáticos actúan mediante procesos de retroalimentación y control.

Si hay algo que propicia la luz en Primavera, si aprendemos a escuchar, es conseguir que nuestro sistema responda al reclamo de consumir las sustancias de forma diferente. Que ayudemos a la sabiduría del cuerpo, o a su homeostasis, propiciando la regulación emocional y un orden práctico a la hora de comer. El resultado es que facilitamos los siguientes estados de equilibrio:

1. Que lo que comemos nos nutre, en vez de engordarnos, sintiéndonos saciados.

2. Que lo que comemos nos armoniza, en vez de sobrecargar la vesícula por falta de digestión de la ira.

3. No caemos en la pereza, conocida como astenia primaveral, ni en la impaciencia. Pereza e impaciencia son dos lados de un mismo estado emocional: la tensión, que resiente especialmente ligamentos y músculos. En cambio habrá serenidad.

4. Descubrir qué nos hará mantenernos en la motivación el resto del año, sin abandonar, porque requiere un proceso. Cuando queremos el resultado por encima de lo que nos hace crecer, perdemos el entusiasmo y la ilusión fácilmente.

Una vez pasado el hambre que provoca el invierno, queremos que la comida no nos engorde, de cara al verano, deseando un cuerpo express: tonificado y sin excesos. Y ese deseo compite con los impulsos que nos agitan, muchas veces caprichosos y descontrolados.

Someternos a dietas es lo que hará que una vez las dejemos, recuperemos con facilidad lo perdido, a parte de volvernos más irritables con la abstención. Sin embargo, en vez de someternos a la rigidez de normas justo cuando el clima pide el disfrute, el encuentro, el jugar y pasárnoslo bien, es imprescindible conocer qué alimentos esenciales nos armonizan y cuáles no, antes de ponernos normas.

Lo introduje en el artículo anterior. Los alimentos esenciales e imprescindibles para la vida son: el aire, la comida, el tacto sexual, el espacio vital y el pensamiento de autoamor. Cada uno de ellos está conectado a las sustancias con las que nuestro cuerpo se equilibra y se adapta cada día: proteínas, vitaminas, hidratos de carbono, grasas, azúcares, sales minerales.

Por eso es preciso que nos veamos dentro de un sistema, donde la luz, el cuerpo, emoción, las relaciones y la comida, forman parte del mismo, dándonos información del grado de amor que experimentamos por nosotros, y que ocurre en directa proporción con la nutrición, desde la selección natural que realiza nuestro organismo a partir de la homeostasis.

Imposible abstraernos de este circuito que, además tendrá sus consecuencias el resto del año, para mantenernos o no, en los proyectos, estudios, trabajo, pareja y la formación de una familia.

Es una etapa representada en la naturaleza cuando entra la Primavera, y que tiene en nuestra evolución un reclamo similar durante la adolescencia. También sentimos, en esa etapa, que nos agitamos, que las relaciones nos ponen a prueba, y que hay decisiones vitales con los estudios y el futuro profesional.

Las crisis posteriores, especialmente a partir de los 36 años, afloran con una fuerza similar a la adolescencia, porque aquello que nos desarmonizó se barrió debajo de la alfombra de proyectos, trabajos y decisiones familiares, que se vuelven insostenibles, y nos descubrimos sin deseos de vivir, sin valentía, o nos dejamos llevar por el abatimiento, el impulso o el pesimismo.

El riesgo que tienen ambas etapas, en la adolescencia, como en la segunda adolescencia, a partir de los 36, es que no sepamos escucharnos. Especialmente en la segunda etapa, donde experimentamos la crisis de las decisiones tomadas. La clave del respeto, es esencial, cualquiera que sea la primavera que experimentes ahora: estacional, de adolescencia, o de proyección a la madurez.

Respetarse es lo más alejado a los impulsos, al descontrol, y a todo lo que sea romper abruptamente. He acompañado a personas durante 19 años, y lo que pasa después, si el impulso arrastra, es que en esas decisiones que parecen liberadoras, esconden repeticiones y actitudes rechazadas, porque nos hicieron daño. Nos sentiremos culpables por esa ruptura. Y esa culpa paraliza nuestra evolución y desarrollo.

Muy a nuestro pesar, una ausencia de introspección, es una costumbre generalizada que trae consecuencias. Pareciera que las prisas ahogan la llamada a subirnos al tren, que nos despierte a una motivación personal que de sentido a nuestra vida trazando puentes, en vez de restar con rupturas de todo tipo.

Soy partidaria de hacer fácil esa exploración, por lo general compleja, al no tenerse el hábito de la introspección. Así que tengas la edad que tengas, nos aproximaremos a ella con sencillez en mi próximo taller. Que una Detox Emocional en Primavera nos permita conocer el significado de elementos nutricionales esenciales para nosotros, aprendiendo a poner el foco en ellos, y desde un lugar diferente al acostumbrado.

Día a día compruebo con personas, que una transformación emocional se produce cuando el autoconocimiento les conecta con el respeto personal. Y este es posible cuando las creencias nutricionales arraigadas son también la pista para conocer decisiones que mantenemos a raya.

Somos los grandes desconocidos para nosotros mismos, y por cientos de conversaciones que he tenido, lo que he ido confirmando es que creemos que ser nuestros mejores amigos es una actitud machacona o permisiva y laxa. Nos tenemos miedo, aunque ese miedo sea costumbre verle en nuestras relaciones, con la pareja, y con los jefes.

Ese mundo de fuera es una reproducción de un mundo interno que merece la pena reconsiderar como un espacio de respeto y de autoamor, donde el énfasis, puede tener como punto de partida, un cambio de vivencia y de mirada de uno mismo.

Nos aproximaremos a ello este sábado 19 de mayo en el taller de Detox Emocional. Una oportunidad para entendernos en la nutrición esencial que necesitamos.

Fotografía tomada de: Designed by Nensuria / Freepik