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"Es preciso renunciar a la vieja identidad y renacer a un nuevo sentimiento de sí mismo".
Jack Kornfield

Cada día hay palabras que me conmueven porque sin duda sintonizan con mi reclamo más
profundo. Al leer esta frase me impactó además de su oportunidad, por su profundidad. Inevitable detenerse para penetrar en su significado. Así que estuve con ella en mi mente durante todo el día hasta que las preguntas despertaron mi corazón.

¿Qué relación hay entre Identidad y un nuevo sentimiento de sí mismo? ¿Por qué ese renacer
pasa precisamente por ese tránsito de un nuevo sentimiento acerca de uno? ¿Y por qué es
precisamente ahora, en el tercer impacto de la Primavera, cuando nos apremia a encontrar el
sentido de nuestros sentimientos?

Con las personas que he conversado desde el viernes surge una inquietud diferente. De repente ya no es una cuestión de si tengo confianza, o de si la pareja me quiere. Ahora la inquietud es más difusa, se desdibuja, porque nos dice que la vida tiene que ser algo más.

Como si despertases de un mal sueño, tienes una sensación extraña. Y de golpe, lo que hasta
ahora era una rutina llevadera parece hasta ilusa para uno. Este es el estado que resume la
necesidad de la frase de Jack Kornfield.

La cuestión es que hay un desconocimiento de los ciclos de la vida representados en la
naturaleza. Después de años de investigar en ellos con personas, doy fe que no somos los
mismos en cada mes del año. El ser humano se hace eco de ellos si quiere conocerse, regular lo que le domina, y encontrar sentido a su vida.

Esta estación de Primavera nos toca ahora con su tercer impacto, y nos pide encontrar respuestas sobre uno mismo desde una perspectiva diferente.

Podemos pasar de puntillas de su reclamo durante años, sin embargo, como la naturaleza, las
personas tienen también sus propios ciclos, y llega un momento en que la Primavera nos toca en su tercer impacto. Quizás a los 29 años, o un poco más tarde a los 40 y tantos. Nos golpea y nos dice que ha llegado la hora de hacernos las preguntas que nos comprometan con nuestra
motivación real.

Y ese paso sólo se dará si surge de una identidad que renace a un nuevo sentimiento de uno
mismo. Los elementos que anestesian el proceso durante años tienen nombre, y son vistos con
cierta indulgencia, al evadirnos con situaciones y personas.

Parecen nuestros aliados y sin embargo, obstaculizan una y otra vez el proceso: convicciones de carencia; actitudes extremas o instintivas; emociones movidas por apetencias sin control. Todas nos adormecen, hasta formar una identidad dormida, en una idea de nosotros que nos mantiene en hacer y sentir sin aparentes consecuencias. La introspección es mínima o inexistente.

Compruebo con alegría que los ciclos de la naturaleza son un recordatorio del proceso evolutivo del hombre. Aunque algunos me resulten más agradables que otros.

Es inevitable nacer a que tenemos un cuerpo en cada invierno y desterrar cualquier carencia. La fuerza en nuestros recursos nos hará sentirnos felices y con un cuerpo sano. Si además tenemos reservas en la despensa y en el banco, nos resultará menos duro. Cuando esto no es así el invierno nos duele en nuestra confianza personal.

En esos momento es como si el hombre de la caverna estuviese con nosotros, y espolea para
que nos hagamos cargo de nuestro poder personal. El invierno aún nos mantiene en la fase de
iniciarnos en la supervivencia por nuestros propios recursos. Y así año tras año. Todos los
inviernos de nuestra vida.

Luego la Primavera, que pareciera darnos un respiro, trae consigo el viento, los colores, la
polinización, y todo ello nos revuelve para que nos demos cuenta de lo que rechazamos al tener que salir de sí mismos.

Una vez más la naturaleza en Primavera apremia a que veamos lo que pasa en ella como un
recordatorio de lo que es necesario regular, templar y aceptar cuando llega el momento de
relacionarse, convivir, formar familia.

Los ciclos de la naturaleza son la forma más sencilla que tiene el ser humano de descubrirse,
dado que es imposible abstraerse a ellos, sólo basta con darnos cuenta de las epidemias propias de cada estación. La gripe en el invierno, la alergia en primavera.

Si ha llegado tu momento primaveral, de encontrar sentido, quizás te sientas ansioso, o con la
sensación de que lo que vives ya no te satisface. Nada por lo cual preocuparse. Todo lo
contrario, es la ocasión para revisar la vida que vives, y cómo quieres vivirla a partir ahora.

Sólo requiere una condición fundamental, que estés dispuesto, primero, a la autorregulación
emocional. Sin ello es prácticamente imposible que puedas encontrar respuestas. Porque estas pasan por entender: para qué siento lo que siento.

Si hay alteración en tu sentir, tendrás tendencias agresivas o pendencieras, incluso contigo
mismo; o cero voluntad para manejar tus impulsos, o la pereza; o puede que te agarres a una
idea de lo que sea: un miedo, un logro, una satisfacción, tener un hijo, una pareja, sin que medie en tu cabeza un pensamiento que contraste, la posibilidad de eso que quieres, con la realidad que vives.

Encontrarte con tu verdadera motivación es renacer, desde el desprendimiento de creencias que buscan compensar lo que no estás dispuesto a aceptar de ti, y que necesita ser renovado de inmediato. Tenlo muy presente.

En esta dificultad de regularnos yo veo su eco en el mundo. Un mundo que no renuncia a su
tendencia pendenciera, que se distrae con placeres descontrolados, y que se agarra a ideas por miopía, o ceguera.

La frase de Jack Kornfield ¿es un paso posible para el mundo actual, donde los Ismos son
acogidos con verdadera pasión? Esta pregunta me sirve en este proceso personal de despertar a una nueva identidad mucho más comprometida con las personas y con lo social.

Veo que se extiende, como pólvora encendida, todos esos Istmos en forma de nacionalismos;
racismo, un radicalismo que no admite diferencias; extremismo de posturas, y el aislacionismo
como rechazo al otro.

Me duele el corazón porque mi compromiso es alentar en todos una identidad que renace libre de miedos, carencias y privilegios. Su solución la necesita el mundo. Sin duda que ello no ocurra es el caldo de cultivo de los Ismos que nos detienen año tras año, en cada Primavera, al nacimiento de nuestro compromiso con la humanidad.

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