El viaje de Alejandra
Me veo (veo a mi padre Alfonso) sentado como un sapo sesentn al borde de la cama. El mar se bambolea y
arrastra entre sus tumbos los ropajes brillantes de las v?rgenes locas y un lomo de ballena congelado. Alg?n
avin retumba, en medio de la noche, como un temblor de tierra. Yo no s? qu? hora es. Slo s? que mi hija
menor parti en la madrugada. Iba serena, con su mochila al hombro, y aunque acaba de cumplir los 23, parece
un coat? adolescente. C?brela con tu manto, Madre m?a. Yo te la recomiendo. Es una joven bella y de buenas
costumbres. No la pierdas de vista. Aunque los aires est?n endemoniados, como este cielo fiero al borde de mi
cama. Es f?cil distinguirla. Tiene el pelo amarillo y no es muy alta. Por lo dem?s, camina con suma dignidad.
Ahora ya no s? cu?ntos inviernos pasar?n para que vuelva a casa. Apach?rrala, Madre milagrosa. Que sean sus
jornadas amables y propicias. Que los carabineros y guardias de frontera le sean bondadosos.