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Ya estamos en Diciembre. Un mes para hacer balance de lo bueno y lo malo que nos ha pasado (siempre como aprendizaje y nunca como castigo).

Lejos de afrontarlo con las prisas, el estrés y el consumismo desenfrenado en el que muchas veces nos vemos sumergirnos (fácilmente contagiados por el materialismo y el jolgorio de todas estas fiestas navideñas), debemos tomarlo como un tiempo para recapacitar, para meditar lo que ha sido nuestro avance personal y espiritual y, sobre todo, para hacernos mejores propósitos de prosperidad y felicidad en el futuro.

Debemos analizar positivamente (sin culpas ni lastres emocionales) en qué hemos errado o fallado, para no repetirlo en el nuevo año que en apenas unas semanas recibiremos con los brazos abiertos, con buenos propósitos e intenciones, y con el corazón alegre y lleno de amor (al menos así debiera ser).

No nos extraviemos en el camino que debemos tomar en estas últimas semanas que dan por terminado el año saliente...