La meditación se practica en muchas culturas desde tiempo muy remotos; incluso existen instituciones especializadas que enseñan técnicas muy elaboradas. Sin embargo, no es necesario acudir a una de ellas para aprender esta sencilla técnica.
En primer lugar, debemos escoger una habitación tranquila donde nadie nos interrumpa, que podemos ambientar con algún incienso de olor suave y utilizando ropa cómoda, que no ajuste ninguna parte de nuestro cuerpo. Nos ubicamos en cualquier postura relajada; la postura ideal es sentado con las piernas cruzadas, la espalda recta y los ojos cerrados.
Esperamos que la respiración se normalice y escogemos cualquier palabra que no tenga ningún sentido emocional para nosotros y la repetimos en nuestra mente, sin mover los labios; debemos prestar mucha atención al “sonido” de la palabra sin importar el significado de ella. Otra manera de meditar es fijar la atención en un objeto inmóvil como algún adorno; debemos fijar la mirada e intentar poner la mente en blanco, sin analizar su forma.
