José M. Tojeira
La semana pasada un partido habló de la posibilidad de no presentarse a las elecciones de 2017, Otro dijo que estaban evaluando si se presentarían o no. El adelanto de las elecciones, junto con la posibilidad de reelección indefinida, ha causado preocupación en la ciudadanía. Hay una mezcla de derrotismo y miedo en el ambiente sociopolítico que es a mi juicio tan dañino para la vida democrática como el autoritarismo centralizado hacia el que vamos avanzando. Tanto la sociedad política como la sociedad civil han quedado enormemente debilitadas. Y es probablemente esa debilidad la que conduce a algunos políticos a expresar sus dudas de presentarse o no a las próximas elecciones, pensando que la no participación puede servir para debilitar al gobierno actual. Más allá de las opiniones, que siempre son respetables, conviene reflexionar a fondo sobre el tema. Porque dejarse llevar por el miedo a las dificultades de participar en elecciones cuando el poder establecido tiene un peso excesivo en las instituciones es rendirse por anticipado. Y porque solamente tras una reflexión seria, más que tras una reacción poco pensada, se puede enfrentar la capacidad y habilidad propagandística del actual gobierno para mostrar cualquier decisión ajena en su propio provecho.
Lo primero que deben planificar los partidos existentes, antes de decidir si presentarse o no a elecciones, es cómo fortalecerse. Partidos débiles o irrelevantes no tendrán impacto en la vida nacional se presenten o dejen de hacerlo. Y ciertamente, en este momento, poca gente duda de la profunda debilidad de los partidos existentes, más allá del partido en el gobierno. La historia de nuestros partidos no ha sido exitosa ni en lo que respecta al desarrollo social ni al económico. Y su debilidad en el actuar estuvo siempre acompañada de la ausencia de un planteamiento serio. El peso de los militares y la corrupción política, unidos a unos intereses económicos muy poco abiertos a la democracia y a la solidaridad económica y social limitaron o corrompieron los pocos intentos de construir un país más democrático y con mayor desarrollo y equidad. Fortalecerse implica reflexionar sobre qué tipo de país queremos y tener un proyecto político bien desarrollado, abierto al conocimiento del público.
Los países salen adelante cuando el liderazgo político ofrece un proyecto de desarrollo de realización común que ilusiona a la gente porque lo comprende y lo ve positivo. En vez de eso los partidos han preferido una propaganda llena de promesas y frases sonoras pero que no tienen contenido o lo tienen muy débil y en contraste con la realidad. Decir que no se presentarán en elecciones a causa de las maldades que ellos ven en el gobierno actual no tendrá mayor efecto. Si en algo desean ayudar a la democracia en el país deben presentar proyectos alternativos al gobierno actual que interesen a las personas y asumir las dificultades que dicho esfuerzo incluye. Ya en la reducida oposición política que existe se ven rasgos de que se puede trabajar en esa dirección. Pero falta una voluntad clara de hacer política en serio.
Aunque la sociedad civil siempre ha sido débil en el país, ha tenido pensadores de mucha categoría a lo largo de su breve historia. Y sigue teniendo generaciones de personas con pensamiento propio y con ganas de trabajar por un país mejor. Es un valor que con frecuencia los partidos no han sabido aprovechar, aunque en ocasiones utilizaran a la misma sociedad civil para su propio beneficio. Dialogar con la sociedad civil, comprometerse en su defensa, aprender desde el pensamiento crítico y desde una visión de futuro diferente, daría a los débiles partidos actuales mucha mayor fuerza. Lo que no funciona es decir que se apoya al medio ambiente en el programa del partido y permanecer indiferentes cuando se fustiga o persigue a los defensores del agua o a quienes se oponen a la minería. Posiciones claras y acciones coherentes le dan vida a los partidos. No presentarse a elecciones no sirve de mucho en las actuales circunstancias.