¿Quién no tiene pecados? ¡Nadie! Hay que ser humildes y reconocer nuestra condición de pecadores (Jn 8, 7). Quien diga, por ejemplo, “no tengo ningún pecado”, o “¿de qué me confieso?” o “no necesito el perdón de Dios”, se engaña.
Hay un dicho que dice “hay un lugar para cada cosa y cada cosa debe estar en su lugar”; y esto aplica también en la vida eclesial. En los templos parroquiales, catedrales, basílicas, santuarios, etc., hay lugares importantes e imprescindibles por su función. Uno de estos lugares suele ser el confesionario.
Uno de los objetos o lugares que no falta en las iglesias, tanto antiguas como modernas, es el confesionario. Se trata de un mueble de madera, por lo general. Una especie de armario, dentro del cual el sacerdote imparte el sacramento de la penitencia.
El confesionario sirve para la confesión individual y su estructura facilita el diálogo entre el confesor y el penitente. Es una conversación privada. En los confesionarios más antiguos lleva aparejada una rejilla, con la finalidad de proteger el aspecto reservado del penitente.
A quien no entienda la importancia del confesionario puede resultarle útil reflexionar sobre por qué incluso Freud excluyó el «cara a cara» en sus prácticas de psicoanálisis con el fin de favorecer la espontaneidad y la tranquilidad del paciente.
Pues bien, en el programa de hoy descubriremos 4 musicales que, por su estructura uno a uno, por su sinceridad, e incluso en 2 de ellos, por la veracidad de sus historia los consideramos, musicales confesionario. Ellos son: A CHORUS LINE, STARLIGHT EXPRESS, WORKING y 25TH ANNUAL PUTNAM COUNTY SPELLING BEE.