Hay quien sugiere que se trata de una leyenda urbana, pero parece que hasta la segunda mitad del siglo XIX, los bomberos eran portadores de frondosas barbas, porque, mojadas y sujetas con los dientes, les servían para filtrar el humo.
Es entre 1860 y 1870 cuando se presentan los primeros equipos de “respiración” autónoma.
Mucho han cambiado cosas desde entonces.