El día que se aprende algo, es un día de sol en la noche de la ignorancia.
Por eso los hombres más grandes y los sabios más profundos, al llegar al desarrollo religioso, todos caen en el fondo de la sima; no hay ninguno que se salve de la caída del ridículo.
Por esto las escuelas científicas se han engrandecido y Darwin, con su evolución eterna, tiene tantos adeptos. Yo soy darwinista a mi modo, acepto el progreso de mi Espíritu desde el fondo del átomo, pasando por todas las transformaciones hasta adquirir lo que hoy poseo; memoria, entendimiento y voluntad.
Dice la ciencia, y yo lo creo, que hay una distancia inconmensurable, distancia que aún no puede medir el ser humano, desde el animal hasta el hombre. Yo por supuesto, no puedo medirla; mi inteligencia no puede penetrar en la noche de los siglos que habrá necesitado el Espíritu para adquirir su individualidad, para sentir, para querer, para soñar y para subir a la altura en que hoy se encuentra.
Yo creo en Dios, pero no en los paraísos ganados con dinero, ni en los infiernos con sus penas eternas; no en la primera pareja humana, sino en la evolución incesante de algo que no tiene nombre apropiado en nuestro lenguaje; durante su trabajo de transformación hasta llegar a construirse un aparato que se llama cuerpo humano en este mundo, con el cual el Espíritu realiza trabajos asombrosos, haciéndose dueño paulatinamente de su patrimonio, que es inmenso, porque tiene el infinito para progresar.
Los espiritistas verdaderos, los que creemos en el progreso del Espíritu, en la pluralidad de mundos, y en la pluralidad de existencias del alma, estamos completamente convencidos de que el hombre aún es un ser primitivo en el Universo, porque si así no fuese, si nuestro Espíritu tuviese más lucidez, tendríamos más ternura en nuestro corazón, y no estaríamos obligados a vivir en un mundo, donde aún se paga a un hombre para que a sangre fría mate a sus semejantes.
Nos creemos muy pequeños cuando aún somos obligados a vivir en un planeta tan inferior. No nos creemos sabios los espiritistas, pero estamos muy agradecidos a la Providencia Divina porque hemos visto un rayo de luz, porque sabemos y estamos convencidos que Dios da a cada uno según sus obras.
El Espiritismo no ha venido a pronunciar la última palabra ni en ciencia ni en religión. Resistirá siempre a sus opositores, y las humanidades verán que es religioso y racionalista. Seguirá encontrando dificultades y avanzará entre ellas, pero no se detendrá, seguirá a través de los siglos su eterno viaje.