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-Oye –me dice Luisa, tú que eres un almacén de cuentos y relaciones, como dicen los ciegos que
venden romances en Andalucía, a ver si me dices porqué han tenido que matar a un pobre niño atacado de
hidrofobia. Fuera de bromas, aunque yo no creo en lo que tú crees, (ni creeré nunca) me he impresionado
tanto al ver al niño, negro como un tizón, rodeado de su familia, que lloraba sin consuelo, que
involuntariamente, sin yo quererlo, pensé en ti y dije: ¿Qué habrá hecho esta criatura para morir así? Y
vengo para que tú preguntes a esa gente de por allá, porqué ha sucedido esta desgracia tan grande.
Figúrate, que este niño estaba jugando en la calle con otros chiquillos delante de su casa y haciéndose el
muerto se tendió en el suelo, cuando de pronto un perro vagabundo se arrojó sobre él y le dio un tremendo
mordisco en la nariz, desapareciendo con la rapidez del rayo. Nadie se cuidó tampoco de buscarle, porque
todos los presentes rodearon al herido, que gritaba desesperadamente, y lo llevaron al laboratorio Ferrán,
y éste dijo:
-Si el perro estaba rabioso, el niño morirá, porque ha bebido en gran cantidad la sangre que
destilaba de su herida, y no hay remedio para él. Mas, valga lo que valga, emplearemos todos los medios
para salvarle.
Y la casa del niño se convirtió en una cátedra de medicina.
Acudieron médicos a granel, desde los más famosos hasta los más desconocidos por su juventud.
¡Y todo fue en vano!
Al fin el padre tuvo que autorizar al médico más viejo para que éste le diera un calmante que le
produjera la muerte. Eso es horrible, ¡Ordenar la muerte de su hijo!... Pregunta a ver que te dicen. No
creas que me río, no. No son cosas de reír, ver a una familia completamente desesperada.
-Tienes razón, preguntaré a ver si algún Espíritu me puede contestar, que no creas que son
buñuelos que se echan a freír, las comunicaciones de ultratumba. No basta preguntar, hay que tener en
cuenta el móvil de las preguntas y el uso que se hace de las revelaciones.
-Pues a mí no me impulsa pueril curiosidad, es que me ha impresionado muchísimo y no he sido
yo sola. Entre los médicos que lo visitaron hubo un señor que, al entrar, miró al niño y rompió a llorar con
tal desconsuelo, que lo tuvieron que sacar de allí y darle un antiespasmódico y acompañarle a su casa,
porque no se podía tener en pie.
-Bueno, bueno, yo preguntaré: vuelve dentro de dos o tres días, a ver si mi médium ha podido
obtener alguna comunicación.
Luisa vino a verme a los tres días, no riéndose como de costumbre, sino muy seria y muy
preocupada.
-¿Qué hay? –me preguntó con suavidad. ¿Querrás creer que no puedo olvidar a ese pobre niño?
-No es extraño, el verdadero dolor no hace reír, y la muerte de ese niño encierra una tristísima
enseñanza.
-¿Sí? Pues habla, mujer, habla.
La médium ha obtenido la comunicación siguiente: