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Mientras el ruedo se entretenía con la carne de Garzón, Sánchez preparaba al punto un chuletón de Ábalos. Donde esté un buen entrecot médium red, dijo Pedro, que se quite todo lo demás. Había apuestas por Garzón, pero el ministro de consumo tiene como única competencia la de consumirse a sí mismo, como en aquel cuento de Virgilio Piñera titulado La carne. Aquejado por el hambre, un ciudadano se da cuenta de que puede cortar una chuleta grasomagra de su nalga, izquierda o derecha, da lo mismo. La pone en la sartén y descubre el sabor propio, que es la antesala del amor propio, esa autoestima de la que Sánchez dispone en grado sumo