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David enfrentó peligros muy grandes que serían difíciles de superar para cualquier otra persona. Sin embargo, él sabía que Dios es mucho más grande que cualquier amenaza. En los primeros versículos de este Salmo vemos la confianza total que David tenía en Dios, fruto de las experiencias de su vida. Él había experimentado el poder salvador de Dios, su ayuda y cuidado en momentos de gran riesgo. Había vivido grandes momentos con Dios por lo que su confianza en él era absoluta. Sabía que Dios lo ayudaría en medio de cualquier situación.

A veces podemos sentir que los problemas que enfrentamos son imposibles de resolver. Todo parece estar en contra nuestra. Pero contamos con Dios, su presencia, su ayuda, y no debemos tener miedo. Nada es imposible para Dios. Cuando Dios está con nosotros podemos enfrentar ejércitos con confianza.

Cuando llegaba la hora de dificultad David se refugiaba en la presencia de Dios. El templo representaba su presencia donde todos podían acercarse y recibir bendición. Era allí donde David encontraba la victoria.

El Señor es mi luz y mi salvación;
¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida;
¿quién podrá amedrentarme?
Cuando los malvados avanzan contra mí
para devorar mis carnes,
cuando mis enemigos y adversarios me atacan,
son ellos los que tropiezan y caen.
Aun cuando un ejército me asedie,
no temerá mi corazón;
aun cuando una guerra estalle contra mí,
yo mantendré la confianza.
(Salmo 27:1-3)