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En nuestra vida cristiana hay muchas cosas que están dispuestas a intervenir para evitar que tengamos una verdadera concentración a la hora de orar.
Esa es una de las razones por las cuales tomamos las horas de la madrugada o de la noche para entablar una conversación con el Altísimo.
No es que la oración sea más fuerte o poderosa a esas horas, sino que hay menos distracción y la conversación con el Señor fluye de manera distinta.
Pero muchas veces ni siquiera el orar a esas horas estamos exentos de que nuestra oración sea contaminada y la razón ya no se debe a distracciones, sino a proclamaciones de nuestra boca después de haber orado.