Hace cuarenta años tenían veinte años. La vida les juntó en Londres sin saber entonces que aquello marcaría su vida. Muchos eran brasileños, alguna argentina, otra venezolana y, cómo no, unas cuantas españolas. Entre ellas, Lola, una valdivielsana que nació y creció a veinte metros de nuestros estudios actuales. Ella era la chica de pueblo que les hablaba del bar que tenía Sioni, su madre o de cómo fue vendedora ambulante junto a su padre, Félix. La pasada semana se reunieron en el valle, en el pueblo al que mandaban cartas sin tener que poner el nombre de la calle. Llegaron una docena larga de amigos y, claro, no faltó la conversación radiofónica. Lloraron de emoción al recordar y mostraron su orgullo por ver en lo que se habían convertido aquel grupo de amigos cuarenta años después. El viernes nos contaron que ese día estaba nevando en Brasil. Y volvieron a cantar por Caetano Veloso como hacían por las calles de Londres cuando dejaban de servir cafés, hacer camas o fregar platos. Entonces no imaginaban que, cuarenta años después, conocerían, por fin, el pequeño pueblo en el que nació Lola. Menos aún que les entrevistarían en una emisora de radio. Tampoco que finalmente iban a dormir en un castillo, la Torre San Martín. Nada que ver con el castillo que los brasileños les prometieron en Suiza.