Hay artistas a los que su época les reconoce la valía de su obra y otros cuyo trabajo queda oculto para las generaciones siguientes, hasta que en un futuro más o menos lejano es redescubierto y valorado en lo que se merece.
William Boyce, nacido o bautizado no se sabe con certeza el 11 de septiembre de 1711 en Londres, Inglaterra, es un claro ejemplo del segundo tipo.
Aunque recientemente ha sido etiquetado como uno de los grandes músicos ingleses del siglo XVIII, en la segunda mitad del XIX solamente era recordado como compositor de himnos religiosos y como autor de la recopilación de música sacra británica Cathedral Music.
No es hasta el siglo XX en que nuestro hombre comienza a despertar la atención de la musicología.
Boyce fue corista y más tarde estudiante de órgano en la Catedral de San Pablo. Su carrera como compositor estuvo estrechamente relacionada con sus numerosos cargos oficiales. Se convirtió en compositor de la Capilla Real en 1736, y muchos de sus himnos y servicios religiosos fueron escritos para su uso allí y en otras iglesias de Londres de las que era organista. También compuso música profana para teatro.
Las Ocho Sinfonías de Boyce, sus piezas orquestales más famosas fueron seleccionadas de sus odas, óperas y otras obras, publicándose en 1760. Diez años más tarde, cuando publicó una segunda serie, las Doce Oberturas, las sinfonías más apasionantes de la escuela de Mannheim estaban de moda, y Las bien proporcionadas y melodiosas sinfonías de “estilo antiguo” de Boyce se consideraban obsoletas.
Boyce publico la primera colección de música religiosa en Inglaterra después de la Restauración siendo la primera en imprimirse en partitura. Esta colección, que abarcaba tres siglos, no fue superada hasta mediados del siglo XIX.
A continuación escucharemos de este compositor su Symphony No.2 en La Mayor: Allegro assai - Vivace - Presto (Allegro) interpretada por la Bournemouth Sinfonietta bajo la dirección de Ronald Thomas.