A nadie le gusta correr riesgos. Y cuando no los podemos evitar, tratamos de limitarlos lo que más podamos. Por lo general, en la vida asumimos muchos riesgos, pues de lo contrario nuestra vida se estancaría. No estudiaríamos una carrera o profesión compleja o difícil (Mayor riesgo de fracaso). No nos casaríamos (riesgo del divorcio, separación, etc.). No tendríamos hijos (riesgo de sufrimiento, de que ellos sufran, que fracasen, que perdamos autonomía) , no hubiésemos venido a Alemania (riesgo de la soledad, de no regresar, de casarse con un alemán y quedarse para siempre...). Incluso decidirse seguir a Jesús es un riesgo (fracaso espiritual, y si la vida cristiana no es mejor?).
Cada decisión conlleva por lo general una consecuencia en nuestras vidas. Y la vida cristiana no es una excepción.
Cuando una persona decide seguir a Jesús, la vida cambia, en especial porque Dios viene a vivir en su vida a través del Espíritu Santo. Pero además, Dios le da dones, que Él espera sean utilizados, invertidos en su Reino. Y esto también conlleva riesgos.