El derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés transformó la sociedad judía de la época y por supuesto trajo un poder nuevo para los seguidores de Jesús.
Jesús les había dicho que cuando viniera el Espíritu Santo, ellos iban a recibir poder para ser sus testigos en el mundo. Pero el Espíritu Santo también les daría el poder para transformar sus vidas produciendo fruto. Y además los capacitaría para llevar la cruz, para servir y anunciar las buenas nuevas.