Dios es generoso en todo. No solo nos ama, nos inunda con amor. No reparte sabiduría tacañamente, sino que abundantemente. Es rico en paciencia y misericordia. Su gracia no solo es abundante, sino que” superabundante”. El es demasiado generoso. Ni siquiera nosotros podemos contener la bondad de Dios en nuestra vida, así que por eso debemos dejarla rebosar, derramarse que alcance a los demás.
El ejemplo de Zaqueo nos muestra esto perfectamente. La gracia lo cambió, le cambió el corazón.
Sin embargo, a veces nos resistimos a que la Gracia de Dios nos cambie. Recibimos perdón de Dios, pero nos resistimos a perdonar, esto en realidad muestra que no permitimos que la Gracia actúe en nuestras vidas.
Quiénes reciben gracia deben ofrecer gracia.