DOS BAILANDO TANGO
Cuando la vida con su furia los quebró,
y el asfalto tejió su manto frío,
(accidente y llanto; la muerte les fundió).
Dos almas que danza hallaron el brío,
en un tango eterno que el cielo abrazó.
Dios lo sabe: dos pueden ser la eternidad.
En el limbo, donde el viento es clamor,
se cruzan sus ecos como llamas encendidas,
recordando aquel mundo que los unió.
Y así, las palabras brotan en las ramas,
bordando promesas con hilos de amor.
“En vidas futuras seremos aurora,
de nuevo vida y flor, juntos los dos:
seremos las olas que al mar regresan,
seremos el fuego que nunca abandona el fulgor.
Una brasa que no quema, un temblor
que no impresiona. Juntos y abrazados
por siempre, los dos.”
—Te oigo decir, sonriente—.
Sí, dos pueden ser la eternidad. Dios, lo sabe.
Naceremos de nuevo, como la rosa
que siempre florece, aunque se marchita.
Y al final del tiempo, un amor inmenso,
nos nombra por dos.
Y juntos por siempre ser tango y vida,
ser brisa y cuerpo, y versos de amor.
Por siempre tú y yo; juntitos los dos.
S. Calleja y Arrabal