Rival, Sylvia Plath
Si la luna sonriese, se te parecería.
Dejas la misma impresión
De algo muy hermoso, pero aniquilador.
Ambos son muy hábiles para tomar luz prestada.
Su boca en O se lamenta por el mundo; la tuya es inconmovible,
Y tu primer don es volverlo todo piedra.
Despierto en un mausoleo; estás aquí,
Martillando con los dedos en la mesa de mármol, buscando cigarrillos,
Malévolo como una mujer, pero no tan nervioso,
Y muriéndote por decir algo incontestable.
La luna también rebaja a sus súbditos,
Pero durante el día es ridícula.
Tus insatisfacciones, por el otro lado,
Llegan por el buzón con amorosa regularidad,
Blancas y vacuas, expansivas como monóxido de carbono.
No hay día que esté a salvo de noticias tuyas,
Atravesando África, quizá, pero pensando en mí.