¿Mi alma, un jardín cuidado?
Jeremías 31:12
“Vendrán y darán alabanza en la cumbre de Sion. Correrán hacia la bondad del SEÑOR: al grano, al vino nuevo, al aceite y a las crías de las ovejas y de las vacas. Su vida será como huerto de riego; nunca más volverán a languidecer”.
Las emociones son un regalo de Dios, pero requieren cuidado diario como un lindo jardín. Hoy tenemos consejos para mantener nuestra alma llena de cosas hermosas que nos alegran, nos satisfacen y nos hacen feliz. Puede ser que tengas un desorden en tu alma, pero con paciencia y perseverancia, poco a poco, verás los milagros de la transformación en ti. Si quieres que tu alma sea como un huerto de riego corre al bien de Dios.
1- Corriendo al bien de Dios.
A- Al trigo. El trigo representa lo genuino. Cuando se planta el trigo aparece la cizaña que se parece mucho al trigo. La cizaña es sólo mala hierba que no da fruto, el trigo cuando madura se dobla, la cizaña nunca se dobla porque no tiene fruto. Jesús es el pan genuino de Dios que se dobla ante la voluntad del Padre para morir por nosotros en la cruz.
B- Al vino. El Vino representa la victoria de la sangre que Jesús derramó por nosotros. Podemos celebrar la victoria de la vida, como Jesús tomó el vino con sus discípulos en la cena de despedida hasta volver hacerlo cuando regrese. Celebremos los buenos momentos de estar juntos como familia. Con vino se celebran las ocasiones especiales como Jesús lo hizo en las bodas de Canaán que fue su primer milagro. En Él no hay escasez sino abundancia.
C- Al aceite. El aceite representa su Espíritu. Su presencia nos trae alivio en momentos de sequedad. Es un bálsamo que alivia el dolor, nos reconforta, nos hace sentir queridos, amados, protegidos, como la mamá que cuida a sus pollitos bajo sus alas con ternura.
D- Al ganado de las ovejas y de las vacas. El ganado representa el sacrificio y el amor de Dios. Los animales nos dan lana, leche, cuero sacrificando su cuerpo. Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo a través de su muerte en la cruz. Tenemos perdón en lo que hizo por nosotros, ya no hay condenación ni culpa. Recibimos su amor porque el mayor amor es el que da su vida por su amigo. La plenitud de la vida está en poder recibir y dar ese amor incondicional.
Conclusión:
Para que nuestras emociones lleguen a ser como un huerto de riego debemos trabajar día a día, poco a poco, corriendo al bien de Dios:
-Siendo genuinos con un corazón humilde para obedecer haciendo lo bueno.
-Celebrando las victorias que podemos alcanzar como familia sin escasez de corazón sino con la abundancia que Dios siempre nos da en nuestros corazones.
-Entrando en la presencia de su
Espíritu que nos trae sanidad, alivio y consuelo, como una gallina con sus polluelos.
-Viviendo una vida llena del amor de Dios que se caracteriza por dar.