Cambio, todo cambia. ¿Cuántas veces hemos escuchado esa expresión? y eso quién lo dijo fue Heráclito en la antigua Grecia y plantea que un río nunca es el mismo, pues cambia constantemente por el movimiento de las corrientes del agua… este planteamiento tiene más de 2000 años de antigüedad y es una afirmación, todo cambia y nada es como antes, sin embargo, si por un momento nos detenemos a pensar en cómo era el antes de las cosas y situaciones, de inmediato vamos a responder que ese antes era mejor que el tiempo actual. Y no se refiere a generar controversias y mucho menos a establecer comparaciones, pero estamos seguros que el hoy y el mañana son y serán mejores que el antes de nuestras vidas, sin caer en optimismos superficiales o exagerados.
Este punto, nos sirve para revisar la razón de si, nosotros, aceptamos o al contrario nos resignamos a cambiar ante los estímulos y novedades de la vida, ante las oportunidades o amenazas de un mundo que nos arrastra como si fuera el río que explicaba Heráclito.
En un abrir y cerrar de ojos todo cambio, de un instante a otro, y repentinamente, aparece en nuestras vidas un virus que sin hacer muchos cálculos, omitiendo en numerosos casos consejos de otrora, ya se había instalado en el cuerpo de más de cientos de miles de personas, en diferentes países del globo terráqueo.
El coronavirus, que inició en la ciudad China de Wuhan, y rememoró las aguas del río de Heráclito porque la realidad de hoy, mañana pasó a ser otra totalmente distinta.
Según fuentes oficiales y de acuerdo a la explicación de la Organización Mundial de la Salud, el nuevo nombre para este virus se toma de las palabras "corona", "virus" y "disease" (enfermedad en inglés), mientras que 19 representa el año en que surgió, ya que el brote se informó a la OMS el 31 de diciembre de 2019 y por ello, lleva el nombre de COVID-19, siguiendo así su curso natural, sin entender de fronteras, aduanas, aranceles, credos, política, ni cultura.
Lo de seguir su curso natural hace referencia a un proverbio de origen chino, que se ha convertido en algo así como el lema de la teoría del caos, desarrollada por el matemático y meteorólogo Edward Lorenz en la década de 1960, y que trata de responder a la siguiente pregunta: ¿Es posible que el aleteo de una mariposa en la isla Margarita pueda provocar un huracán en Estados Unidos? Si interpretamos y adaptamos la teoría del caos y el efecto mariposa a la situación actual, vivida mundialmente con el brote de coronavirus, pudiera dar como resultado que un evento, por altamente improbable que parezca, no implica que no sea posible que suceda. La Teoría del Caos se ha utilizado para explicar la inexactitud y la dificultad para obtener resultados previsibles de la realidad.
Prueba de ello, es que el acontecimiento, el cual pudiera verse como desastre, está y sigue entre nosotros y ha conseguido hacer tambalear, sin precedentes los sistemas políticos, sociales y económicos de las naciones del mundo. Por lo tanto, ¿cómo derrotar a un virus invisible, y que, en la mayoría de los casos, parece no haber producido ni síntomas en las personas que más lo portan o lo portaron?
Además, por mucho que algunos entendidos se empeñan, en negar lo evidente, lo cierto es que al virus poco le ha importado la clase social, la raza, el género u otras etiquetas divisorias.
El COVID-19 ha traído de nuevo la hipótesis de Charles Darwin que plantea “la supervivencia del más apto”, que no tiene por qué corresponder con la del más fuerte necesariamente.
Así, en la actualidad, países fuertes están resultando ser los más afectados por el COVID-19. En América, en los EEUU y en Europa, Italia y España están a la cabeza en número de fallecimientos.
Sin embargo, no todo ha sido hechos del presente, la pandemia por Coronavirus fue una realidad ignorada desde octubre de 2007, en ese año se publicó en la revista académica, Clinical Microbiology Reviews, especializada en el análisis de los desarrollos más novedosos en las áreas de la microbiología clínica e inmunología, un artículo llamado: El Coronavirus del Síndrome Respiratorio Agudo Severo como agente de infección emergente y reemergente. El documento en su introducción dice lo siguiente: “el rápido crecimiento económico en el sur de China produjo un aumento de la demanda de proteínas animales, entre las cuales, se incluían animales de caza exóticos. La gran cantidad y variedad de estos mamíferos salvajes en jaulas súper pobladas, junto con la falta de medidas de bioseguridad en los mercados húmedos permitió el salto de este virus de animales a humanos.
Además, la falta de conciencia y procedimientos claves en el control de infecciones hospitalarias y la facilidad que ofrecen los viajes aéreos internacionales, han fomentado la rápida difusión mundial de este agente”. En las conclusiones de este mismo artículo se dice: “la posibilidad de la reaparición del SARS (Síndrome Respiratorio Agudo Severo) y otros nuevos virus de animales o laboratorios exige, por lo tanto, la necesidad para la preparación de un brote sin control, situación que no debe ser ignorada”.
Lo cierto, es que todos los datos obtenidos en diferentes investigaciones para establecer pronósticos acerca de una posible pandemia a nivel global por Coronavirus, no fueron utilizadas del todo con inteligencia y efectividad, la crisis mundial del COVID 19 está dando a conocer al mundo que el camino que se ha tomado, respecto al manejo de crisis sanitarias, no ha sido del todo correcto. Entonces, ante las nuevas aguas que corren por el río, que ya no son las mismas de antes, surge la Imperiosa necesidad de cambiar la forma, la acción, las maneras de llevar la vida ¿Lo único constante es el cambio para ilustrar que nada es igual que antes? Como hacemos entender, socialmente, que se necesita cambiar para desarrollar capacidad, actitud y la aptitud que nos permita sobrevivir.