Adorar a Dios, es más que cantar alabanzas, a Dios lo adoramos con nuestras acciones, pensamientos, actitudes. Es cuestión de decidir cómo cristianos que vida vamos a tener en Dios. Si una vida a 30 por ciento, a 60 por ciento o a ciento por ciento.
El Evangelio de Mateo, en el capitulo dos del verso uno al doce nos narra la historia de unos sabios procedentes del Oriente, que fueron a Belén a visitar al rey de los judíos que había nacido.
Estos sabios, no vacilaron en hacer un largo y difícil viaje, probablemente más de 1.600 kilómetros, sabemos esto porque la palabra “Mago” era el calificativo dado a los medos y persas.
La actitud de estos magos era encontrar al niño para adorarle, no importando la distancia que tenían que trasladarse. Y esto nos enseña que cuando tenemos una actitud de adoración a Dios no existen distancias grandes. Las distancias grandes se hacen pequeñas cuando nuestra motivación es hacer la voluntad del Señor.
Cuando tenemos una actitud de adoración a Dios el orgullo deja de ser un impedimento para acercarnos al Señor.
El versículo 11 de este texto nos enseña que los magos al entrar vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron.
Los magos, eran sabios, estudiosos y Jesús era solo un niño de origen humilde, perteneciente a una nación que había perdido su libertad. Sin embargo, estos hombres importantes se postraron delante de Él.
El orgullo es del diablo, Lucifer es su mayor exponente
Cuando tenemos una motivación correcta por Dios, dejamos el orgullo a un lado, no solo para acercarnos al Señor sino para estar dispuestos a vivir en el perdón.
Los magos ofrendaron sus tesoros: oro incienso y mirra.
Orígenes un escritor de la antigüedad fue el que dijo: que los magos trajeron “oro como para un rey, mirra como para un mortal, e incienso como para Dios.
¿Está siendo mi vida una ofrenda de adoración a Dios?
¿Estoy poniendo peros y reparos en hacer lo que se espera que haga?
Señor, no hay distancia que me aleje de ti, ni prueba que me separe de tu presencia.
