Entra Bayu en la Taberna de Nuffle,
esta vez va él solo, sin Alpaca Rider ni demás compañeros.
Al abrir el portón aparece ante sus ojos un corredor con losas de mármol,
y unas paredes lisas y pulidas que acaban en un arco por la parte superior.
Bayu, intrépido, avanza a paso ligero, hasta que el corredor se abre en una húmeda sala gótica, con un caldero burbujeante en el centro, y un conspicuo cofre en una esquina.
El fuerte olor a azufre le tapona la nariz.
Una voz chillona y agorera sale del caldero:
“Tu cerveza está en el cofre… ¿O acaso no es este cofre?”
El alarmado Bayu suelta un suspiro de alivio,
cuando uno de los goblins camareros sale a la vista desde detrás del caldero,
señalando el cofre con una sonrisa de pícaro.
Sin perder un momento, el sediento Bayu salta al cofre y lo abre de par en par.
Una luz cegadora.
Un sordo rugido.
Un muro que se abate sobre la espalda de Bayu.
Oscuridad.
Y de repente una sensación áspera, un picor en la espalda, en las sienes, en el brazo derecho.
Bayu abre los ojos y ve a Alpaca Rider, con una sonrisa, y una esponja mágica en sus manos.
Alpaca mira hacia un lado, el mago imperial asiente.
El mundo se desvanece, el alma se le escapa a Bayu. No siente las piernas.
Y de pronto el mundo vuelve a aparecer.
Frente a él se encuentra el bueno de Morg’N’Thorg, sentado junto a su pizarra con unas cuantas jarras de cerveza.
Algunas aún están llenas.
El ogro ríe a carcajadas y les ofrece UNA de las birras,
mientras les da unas palmadas amistosas en la espalda a sus comensales.
“¿Dónde demonios ha quedado esa esponja?”, piensa Bayu al notar crujir sus vértebras.